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¿Cómo podemos afrontar el auge de las diarreas neonatales?

En la actualidad somos testigos de un incremento en la prevalencia de las diarreas neonatales en lechones. ¿A qué se deben y cómo podemos combatirlas?
Analizar las causas del incremento de las diarreas neonatales de forma aislada sería difícil, ya que se debe a varios factores:

La Víctima – Lechones susceptibles

Con las cerdas hiperprolíficas se obtienen más lechones, pero muchos de ellos nacen  más pequeños y son más sensibles y susceptibles de enfermar.

Los lechones pequeños nacen con diversos problemas, sobre todo si son lechones que han sufrido lo que se conoce como “crecimiento intrauterino restringido”.

Estos animales tienen alteraciones enzimáticas, en la mayoría de casos debidas a mutaciones en ciertos genes, así como alteraciones anatómicas y funcionales (hepáticas, musculares…). Son víctimas propiciatorias con casi toda probabilidad, porque seguramente se encalostrarán mal, e incluso, aunque se encalostren bien, no aprovecharán todos los recursos que les aporta su madre en la leche.

El Verdugo – Principales agentes implicados

En la actualidad, existe una amplia variedad de patógenos implicados en las diarreas neonatales, habiendo aparecido últimamente algunas cepas más virulentas.
VIRUS
Los más prevalentes entre los virus son los Rotavirus, así como ciertas cepas emergentes más virulentas de Coronavirus, causantes de la Diarrea Vírica Epidémica, aunque esta enfermedad ya era endémica en España.
BACTERIAS
Entre las bacterias, ocupa un lugar destacado Escherichia coli, con una amplia gama de cepas con diferentes fimbrias y toxinas.
También destaca Clostridium spp., sobre todo Clostridium perfringens tipo C y tipo A, y Clostridium difficile, que cobrará cada vez mayor relevancia, al ser una zoonosis que compartimos los cerdos y los humanos.

El escenario – Consecuencias de la intensificación de la producción porcina

La intensificación de la producción porcina trae consigo un aumento de los densidad de animales alojados, y tal como nos enseñaron los epidemiólogos hace mucho, la presión de infección crece exponencialmente conforme aumenta el número de animales, de forma que cuantos más tengamos, más problemas tendremos.

Esta conjunción de factores es la que configura el escenario perfecto para que los patógenos puedan actuar

Teniendo en cuenta que se trata de un proceso de carácter multifactorial, ¿cómo podemos hacer frente a la enfermedad tan perjudicial? 

Nunca debemos olvidar las medidas de prevención, no solo teniendo en cuenta al patógeno, sino que todo el proceso implica a una “victima”, que es un lechón, un “verdugo” que es un patógeno, y un “escenario” donde también podremos influir.

La primera línea de defensa que tenemos es la Prevención.

  • Inmunidad maternal: Podemos fortalecer el sistema inmunitario de los lechones a través de sus madres, de forma que tendrán una pequeña ayuda durante esta fase tan crítica.
  • Calidad sanitaria:  es imprescindible mantener una calidad sanitaria inmejorable, tanto en las madres como en los lechones, de forma que el sistema inmunitario, por muy inmaduro que sea, esté mejor preparado para actuar frente a los patógenos entéricos que puedan afectar al animal.

A este respecto, una pieza fundamental es el ganadero, ya que será en última instancia, el encargado de aplicar todas las medidas necesarias y es el más interesado en que su granja vaya bien.

El control ambiental  y de los animales debe ser muy estricto, respetando los periodos de vaciado y la limpieza y eliminando las heces de los fosos, que es algo que se suele pasar por alto

No obstante, a veces puede colarse la enfermedad en nuestra explotación aunque hayamos hecho todo lo posible para prevenirlo. ¿Qué podemos hacer cuando se presenta un brote? 
Identificar al agente causal nos acercará a un poco más a resolver el problema, pero esto no siempre es sencillo.
Los procesos víricos no tienen rasgos distintivos, sino que tienen una clínica y un cuadro lesional muy similar. Por ello, necesitamos apoyarnos en las técnicas complementarias disponibles, que nos permiten hacer distinciones.
Con respecto a las bacterias, sí es cierto que algunas bacterias producen cuadros clínicos un poco más diferenciales, por ejemplo, en el caso de una diarrea hemorrágica, podremos sospechar de una clostridiosis, pero siempre tendremos que confirmarlo.

Nunca podemos obviar la histopatología, porque es una herramienta directa y porque además siempre hay mortalidad en este tipo de proceso y tendremos material suficiente. Por otro lado, las técnicas de biología molecular también son muy útiles para realizar un diagnóstico más preciso.

Igualmente, las medidas correctoras siempre las tenemos que ver desde el punto de vista de los tres pilares:

  • Cómo manejar esos lechones que son susceptibles, sobre todo los pequeños.
  • Cómo controlar esos patógenos que van a estar presentes
  • Cómo controlar ese escenario en el que tendremos que tener una excelente calidad ambiental, una estricta higiene, un periodo de vaciado mínimo, una limpieza y desinfección, y un control de la temperatura y humedad.
Así, cada vez que nos de por pensar “patógeno, patógeno, patógeno”, tendremos que terminar pensando “patógeno, manejo, manejo”. Y eso es seguramente la clave para abordar las diarreas neonatales
Fuente: porcino.info

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