Sin dudas, la era del cambio climático trae consigo grandes desafíos a la producción avícola, entre ellos: el abastecimiento a una población humana en crecimiento, el cuidado de los recursos agua, tierra y aire, el bienestar animal en la crianza y transporte y, por último, pero no menos importante, la adaptación de los animales al estrés climático [1].
PICOS DE CALOR EN EL VERANO
Cada año tenemos temperaturas más altas en verano y los denominados “golpes de calor” son más frecuentes. Por tanto, tener conocimiento y control del estrés por calor es crucial para proteger a las aves.
Como su nombre lo indica, es un desequilibrio entre la cantidad de energía calorífica que produce el animal y la que fluye desde este a su entorno, que ocasiona un deterioro en el bienestar/salud animal y la performance productiva (Figura 1) [2].
Se estima que las pérdidas económicas en la industria avícola relacionadas a este fenómeno rondan los 128-165 millones de dólares.
LOS EFECTOS DEL CALOR EN LAS AVES
Las altas temperaturas alteran el comportamiento y el estado fisiológico de las aves. Con el fin de volver al equilibrio (homeostasis) y mantener la termorregulación, emplean, por ejemplo, la vasodilatación y el jadeo para liberar calor. Sin embargo, en situaciones de estrés por calor, la intensidad del jadeo aumenta casi 10 veces causando, perdida excesiva de CO2 y altos valores de pH en el plasma sanguíneo (Alcalosis).
Asimismo, evidencias científicas, concluyeron que el estrés por calor causa: perdida de electrolitos, disminución de la producción de hormonas reguladores del crecimiento, metabolismo y temperatura corporal (T3 y T4) y una considerable supresión de la respuesta inmune (bajos pesos en los órganos linfáticos y pobre producción de IgM e IgG) exponiendo a las aves a varias enfermedades.
Varios trabajos de investigación publicados demostraron el efecto negativo del estrés por calor en la eficiencia de la producción avícola. Cuando la temperatura ambiente supera los 20ºC, el incremento de 1ºC, provoca una reducción del 1.5% en el consumo de alimento y con ello, un descenso de peso corporal es inminente [3].
Un estudio reciente en pollos de engorde confirmó que el estrés crónico durante 42 días reduce significativamente el consumo (-16.4%) y el peso corporal (-32.6%) y aumenta la conversión (+25.6%) [2].
Además, la exposición crónica a altas temperaturas afecta la deposición de la grasa y la calidad de la carne que se obtiene.
A modo de resumen se presenta la siguiente tabla, como guía del indicio de estrés por calor y su efecto directo sobre las aves [3]:
El estrés por calor se ha convertido en un tema emergente para muchos productores debido al calentamiento global, cuestiones de seguridad alimentaria y las enormes pérdidas económicas asociadas.
Modificaciones en el manejo, ambientales (sistemas adecuados de ventilación y refrigeración) y ajustes nutricionales, pueden ayudar a reducir producción de calor metabólico y mantener el equilibrio térmico en condiciones estresantes de alta temperatura.
Sin embargo, existe una necesidad severa de investigar diferentes estrategias para superar los desafíos futuros que se le presentaran a la industria avícola.
[1] Alonso-Spilsbury, M, et al, 2012. Climate change impacts on animal food production. Redvet. 13, 11-15.
[2] Lara, L.J., Rostagno, M.H., 2013. Impact of heat stress on poultry production. Animals. 3, 356-369.
[3] Saeed, M., et al, 2019. Heat stress management in poultry farms: A comprehensive overview, Journal of Thermal Biology. 84, 414-425.
[4] Nawab, A., et al, 2018. Heat stress in poultry production; Mitigation strategies to overcome the future challenges facing the global poultry industry, Journal of Thermal Biology
